Se trata del primer libro publicado por Max Saif en el que nos relata siete historias cortas junto a las de tres autoras—Eugenia Alcázar, Olga Gómez Agulló y Criss de Miguel—, bajo el lema genérico Nunca nos pondremos de acuerdo.
Escritos con un tono desenfadado y fácil de seguir, el lector encontrará en los episodios que contiene el libro situaciones singulares—y, a veces, extrañas—que se combinan con escenas cómicas y, en algunos de ellos, temas que invitan a la reflexión.
Empezó mal.
Yo creí que nunca nos llegaríamos a entender. Jamás pude pensar que, siendo tan diferentes, podríamos, ni tan siquiera, dirigirnos una mísera palabra cordial y que solo bufidos coléricos, como los dirigidos a un mortal enemigo, saldrían de mi boca.
Pero, después, todo cambió sin saber por qué.
Algo sublime ocurrió y nuestros cuerpos, livianos, quedaron atrás, allí, abajo, expuestos al ciclópeo rugir de una muchedumbre infernal. Nosotros no estábamos ya allí, fuimos dos almas gemelas que, unidas por el fino hilo de la muerte, escribían un poema.
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La Mascarilla
Un Simpático Cuento Castizo
Entraron en la farmacia, con paso firme y mucha gracia. Allí estaba Tal y Tal, el propietario, a quien le acompañaba su oficiala, la licenciada Rosario.
—¿Qué dices que quieres, chaval? —le espetó el principal—. ¿Me has dicho protección? Okey, okey —dijo el boticario en sajón—, de mascarillas y geles tengo yo un montón.
El chico escrutaba la estantería, donde muchas cosas había, y a sí mismo se decía: “Estando Fina no lo intento, ella después chamulla, lo presiento”. Con esas dudas el joven estaba mientras, de fijo, una caja miraba.
—¿De cuál? —dijo el boticario de sopetón—. De las quirúrgicas tengo mogollón.
El chaval le miró de soslayo, como diciendo, no me entiende este payo.
—¡Vamos, chico, que tengo gente! —le espetó el boticario impaciente.
—Tranqui, boticas —dijo el de atrás—, que no tengo hurry y puedo esperar. —Y añadió mirando a la tata—: Muchos dingolondangos te haría yo, p'apapacharnos luego, solos, los dos.
—Oiga nota, no sea carota —le dijo Fina con su típica elegancia latina—, que si a alguien quieres brezar vete con tu madre a retozar.
Características de
«Nunca nos pondremos de acuerdo»
de Max Saif
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ISBN: 978-84-1137-642-6
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Tapa blanda con solapas
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15 x 21
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Páginas: 176
Cruce de Caminos
Estalla un fogonazo
En la madrugada del 24 de enero de 1848, cuando Marshall se dirige a comprobar los avances del trabajo nocturno, varios obreros, los encargados principales del aserradero, le están esperando. Un brillo dorado ha aparecido en la corriente del río, han empleado unos cedazos y, pedruscos brillantes como el oro, han quedado retenidos en la malla. Utilizan procedimientos burdos, hierven las piedras con una solución de lejía y le dan martillazos para probar su maleabilidad.
—Esto es oro, señor Marshall, debe ser oro —le dicen los empleados mientras él los mira con incredulidad e indiferencia.
Les parece oro, pero no saben. Marshall solo piensa en el aserradero, en su futuro como carpintero y en su granja. No ve más allá y le permite a sus hombres que busquen en el río aquel metal dorado en sus ratos libres.
Capítulo gratis
«Nunca nos pondremos de acuerdo»