1938. Campo de trincheras ente Siétamo y Angües, 1:00 AM, 14 de febrero
—¡Alto ahí! ¿Quién va? —grita alguien con una voz ronca y autoritaria.
Silencio.
Necesito dormir.
Llevo ya seis meses durmiendo en las trincheras, agazapado y con sueño —entre ratas que me acosan—, soportando el hambre y el frío del frente de Huesca. Creo que no podré resistir por más tiempo, esta noche lo intentaré de nuevo.
Si me matan, al menos podré dormir tranquilo sin pensar en ELLAS.
ELLAS son unas ratas peludas y grandes como gatos, que, si notan que me duermo, se comerán las correas de mi uniforme miliciano, el cuero de las botas que calzo, la carne de mis dedos y la de mi cara, si ven que no me muevo.
Tu opinión ayuda a otros lectores. ¡Déjala aquí!
Comentarios de lectores
Me encantó
Una maravilla, y cuando lo leí por segunda vez me gustó aún más.
Mascaras
Relatos muy sencillos, pero muy bien expuestos. Excelente descripción del ambiente político de la época Republicana y de la Restauración. Maravillosa descripción del sentir, de los principios y de la mentalidad de los gitanos.
Máscaras
COMENTARIOS A MÁSCARAS
La novela transcurre entre varias generaciones, incluido cambios de nombres, pero siempre se mantiene la coherencia del relato.
La descripciones de lugares, materias y actividades, es excelente: mercado público de Valencia y actividades festivas, las telas y otros productos típicos que se vendían.
Excelente descripción del ambiente político de la época Republicana y de la Restauración, así como de la segunda República. Descripción objetiva sin partidismo manipulador.
Relatos muy sencillos, pero muy bien expuestos de: la casa de los Amaya, en la que se define muy bien su actividad familiar; la descripción de la sierra de Cazorla, con referencia a los hornilleros, famosos maderistas de esa zona; el trabajo de chivato de Miralles; el elixir de la vida, lo que los alquimistas llamaban Piedra filosofal; de una Barcelona plagada de múltiples facciones de diversa calaña política, lugares y actividades que se hacían en aquella época; sobre el Valle de los Caídos….
Mención aparte es la buena descripción del sentir, de los principios y de la mentalidad en general de los gitanos. Aunque el sentir y el obrar de los gitanos es diferente, como se puede ver en Vicente y en Melquíades, están sujetos a un determinismo fatal, que es su ley o principio categórico gitano. Quieren ser libres, pero están atados: no quiere rebelarse pero tampoco someterse.
Es notable la exposición de cómo respetan los valores de crianza de los hijos, tutores familiares y su postura ante la muerte.
Un personaje como Melquíades, gitano, gitano, está muy bien tratado. Incluso su final, que no podía ser de otra manera. Es un personaje incompleto, por lo tanto doblemente vivo. Un hombre completo o perfecto, como Vicente, es un hombre acabado, tiene que morir, geométricamente hablando es como un círculo; uno como Melquíades, tiene que tender hacia el infinito, geométricamente una espiral, no puede morir, tiene que desaparecer..
Muy bien descrito un comercio desconocido actualmente, como es el de la Barrilla, esa planta rica en sodio que se empleaba para hacer jabón y obtener el cristal, que se enviaba del levante a toda Europa.
En resumen, la novela resulta muy interesante, por los personajes, por la época y por los lugares en que se desarrolla.
Fue por entonces cuando llegó con su prole Melquíades Ximénez Diaz a Torreagüera, tenía cuarenta años —veinte más que Vicente— y, aunque le acompañaban cuatro mujeres y veinte chiquillos, él decía que era viudo.
Melquíades venía de Valencia y había viajado por todo el mundo, era un gitano de tradición, de color aceituno, zíngaro y extravagante. Recordaba a Jack Sparrow en Piratas del Caribe, con unos ojos negros profundos que brillaban en medio de los bordes oscuros de sus pestañas que, probablemente, se pintaba con tizones apagados de la lumbre. Vestía como un desarrapado. Solía llevar un pañuelo rojo y, a veces verde, que le envolvía la cabeza. Se lo sujetaba con un nudo en la parte del cogote, y también la camisa se la andaba a la altura del ombligo: era ancha y de colores chillones. Unos pantalones bombachos sujetos por un cinturón de cuero con una hebilla enorme completaban la estampa de aquel galán. Le gustaba lucir pulseras de cobre, un pequeño pendiente en el lóbulo de la oreja derecha y dos extraños medallones que se colgaba del cuello con largas cadenas de oro. Un oro que, según decía, él mismo fabricaba.

Características de
«Máscaras»
de Max Saif
-
ISBN: 978-84-1175-385-2
-
Tapa blanda con solapas
-
13 x 19
-
Páginas: 325
1951, Sevilla, caseta del Real Club Pineda, primer día de la Feria de abril
Suenan los palillos y saltan alegres las guitarras. Peret, un gitano catalán, canta una rumba, comienza la jarana, la gente se anima, todo el mundo baila, los pies taconean sobre el suelo de tablas, y ya, para más bullicio, repican más fuerte las palmas.
Encarna ya no se contiene, le sobra la silla y le aprieta la falda, la gente la llama y dice que no, que luego las baila, pero la sangre le bulle y, de un brinco, se planta en la carpa.
Rosa, siguiendo el compás con los dedos, permanece sentada, mira hipnotizada los colores vivos de los volantes de Encarna, y, poco a poco, se aleja la música, y, poco a poco, las luces se apagan.
Todo queda en silencio para ella y, de un golpe, estalla un fogonazo, un resplandor envuelto en humo, polvo y fuego: los recuerdos la inundan, y las emociones la arrasan.
Capítulo gratis
«Máscaras»