En El cazador de ruidos, Max Saif nos cuenta la historia de Alejandro Mendieta Trifón, un niño que nació en circunstancias muy difíciles en la acería Nuestra Señora del Carmen de Barakaldo. Huérfano a los pocos meses de venir al mundo, se muestra ante los demás como un chico extraño, encerrado en sí mismo y hostil a cuanto le rodea, sin que nadie consiga adivinar la causa de sus dolencias.
Tras una vida miserable y solitaria junto a un chatarrero que tiene su almacén en Madrid, un psicólogo descubre sus portentosas habilidades auditivas. Alejandro estudia, trabaja y destaca entre todos por su tenacidad y su inteligencia, al tiempo que entrena su oído. Sin embargo, su obsesión por la perfección de los sonidos lo llevará a cruzar la línea de lo prohibido con quienes infrinjan el código sagrado de las escalas musicales.
Con el paso de los años, las secuelas del parto se harán evidentes y, poco a poco, una hybris imparable dominará su mente, empujándolo a convertirse en un depredador que busca la perfección en el arte de matar.
Pero ese día, por encima del ronroneo isócrono y burbujeante del horno, apagando el estridente roce metálico de las cadenas que tiraban de las cubetas de chatarra, más fuerte que el poderoso golpeteo del cucharón vertiendo la ganga incandescente, y, superando el desenfrenado ulular de las sirenas que avisaban sobre los movimientos del tinglado, se escuchaban los alaridos desesperados de Amaya.
*—¡Sacádmelo! ¡Por Dios, sacádmelo! —grita desesperada.
Amaya Luzón se ha puesto de parto.
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Comentarios de lectores
El cazador de ruidos
Una vez más, este prolífico escritor nos sorprende con una nueva y magnífica novela. Nos sorprende con su conocimiento de la música, de la anatomía y fisiología del oído (con una disección estilo Andrés Vesalio), de la psicología humana, del funcionamiento de los Altos Hornos….en fin, a los confines de a dónde nos puede llevar, muchas veces, nuestro empeño en llegar a alcanzar la perfección. En este caso, a la perfección del segundo de los sentidos humanos en la clasificación de John Wyclif, como es el oído. Clasificado en segundo lugar en importancia, pues el oído, aunque no puede percibir sus objetivos a una distancia tan grande como puede hacerlo el ojo, excede a la vista en que puede percibir sonidos en todas direcciones. Y, lo más importante, algo que el ojo no pude hacer, como es escuchar música.
Ya hace años, desde que hemos visto la película El perfume y el Motín de Potemkin, conocemos los desastres que puede llegar a producir un buen olfato, un olfato que se puede considerar perfecto. En el caso del Motín del barco, originado por el olor de la sopa tipo ucraniana con carne podrida, fue el incio de la revolución rusa y del comunismo.
Me gustaría que Max Saif nos sorprendiese con otras novelas sobre la perfección del gusto y del tacto, porque de la vista ya nos habla la Biblia en el Libro de la Sabiduría de Salomón, que en 15,5, dice: “Cuya vista despierta en los insensatos la concupiscencia, hasta hacerles desear la figura inanimada de una estatua sin vida.”
Es una novela que nos va describiendo la psicología evolucionista de la teoría de la mente del personaje principal y despertando el interés a medida que vamos leyendo. Y, lo más importante, nos enseña muchas cosas que la mayoría desconocemos.
Mendieta estaba escondido en lo oscuro de la acera de enfrente cuando el «maestro» salía tambaleándose a los diez minutos, con la guitarra en la funda, mal cerrada y atravesada en la espalda. Observó cómo su presa se encaminaba acezando hacia el puente de Triana, mientras su compañero de espectáculo se marchaba en dirección contraria. Se cercioró de que no hubiese testigos: los turistas habían salido todos y el propietario de El Quejío había echado ya las persianas y se marchaba por donde lo hacía el de Utrera.

Características de
«El cazador de ruidos»
de Max Saif
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ISBN: 978-84-1097-957-4
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Tapa blanda con solapas
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15 x 21
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Páginas: 366
Precisaba más entrenamiento, ya no le interesaba la música ni estudiar los sonidos de los animales para entrenar su oído, ahora solo buscaba afinar su estilo de ejecución como un adiestrado matarife, pero debía aprender a controlar la hybris de venganza que bullía en su cabeza, y que solo le conducía a un descontrolado deseo de matar.
Capítulo gratis
«El cazador de ruidos»